Manuel Mª Sánchez de Rojas
“Me duele su silencio.
El silencio de Dios, su lejanía.
Están ahí las cosas. Y el hombre.
La insensatez del hombre. ¿Y luego Dios?.
Dicen que hablaste un día. Un día lejano.
En un lugar remoto. Una palabra sabia, pero arcana
(nunca los hombres dieron tantas vueltas
a una palabra humana:
¿o era de Dios esa palabra humana?).
Y siguió tu silencio
(bueno, dicen que hablas,
pero yo no lo siento).
Y no me dejan. No son remordimientos.
Son los hombres. Quieren empeñarse
en hablarme de Dios a todas horas,
venga o no venga a cuento.
¡Ellos!. ¿Pero, por qué, Dios mío?.
Si tú eres Tú, que no me hablen los hombres.
Háblame Tú, te lo suplico.
¡Dicen tantas cosas!. Palabras, demasiadas palabras.
Viento. ¿O son sus vidas
algo que convenza?.
¡Tantas miserias!. Y luego venga el cuento de Dios.
Al menos tu silencio es decente.
Estás ahí o no estás. Pero no mientes. Callas.
Tú sabrás por qué. Yo no te siento.
Pero no hablas. No dices mentiras.
No llenas el viento
de más palabras, palabras, palabras…
hasta la náusea y el aburrimiento
(como esa gente absurda
que quiere traducirte,
hacerte razonable y placentero,
un dios doméstico para andar por casa
sin peligro de incendio).
Si no me entienden
que me dejen en paz. Sabré escucharte
si alguna vez me hablas.
Pero, que seas Tú, te lo suplico.
No valdría la pena
Seguir tras una sombra,
escucharte en un eco,
un eco de palabras
que luego borra el viento.
En el fondo
de todo dudo
menos de Tí:
Tu sí que eres cierto.
(Aunque es de noche
Y sigues en silencio).
El Silencio del Hombre
Me duele tu silencio.
¡Te he dicho tantas cosas!.
Desde que apenas caminabas,
o un poco antes, cuando estabas
formándote en el seno.
Siempre te quise. Tú no lo sabías,
pero, Yo estaba allí, tras la pantalla
apenas ocultante de las cosas,
tras el amor materno.
Yo tuve la osadía
de amarte. Sí. Ni aún ahora lo sabes.
No vales la pena. Pero da igual.
El amor no entiende
de calidades. Es o no es. Y se acabó. Eso es cierto.
Pero tú no lo sabes. Finges. Divagas. Buscas en lo incierto.
Una búsqueda inútil, interminable, vaga.
¡Yo soy el Camino!.
Y estoy oculto en tí. No vayas lejos.
La verdad (esa agua limpia que escapa de las manos)
no está muy lejos: está cerca, está dentro.
Y la vida, esa lava ardiente
que llena sin saciar y compromete al hombre,
no estalla en la dispersa realidad de las cosas:
Empieza también dentro. Es una llama
que te tiene encendido desde dentro
y luego sale fuera
e inunda el universo.
Sí. Me duele tu silencio.
¡Te he dicho tantas cosas!
¡Si alguna vez hablaras
conmigo!. ¡Si insistieras!
¡Si no te conformaras con los ecos
de mi palabra!…
¡Te he dicho tantas cosas que te sigo diciendo!
Pero, tú callas.
¡Me duele tu silencio!
Habla. Repíteme lo mismo
(cuando hay amor no cansa).
¡Te esperé tantas veces!
¡Cuántos ratos me debes!
¡Si al menos esperaras!…
Pero, tú sigues lejos
mientras Yo sigo dentro.”