Autor: Miguel Ángel Santos Guerra
La crisis de la pandemia se está prolongando durante tanto tiempo que se está haciendo crónica. Lo que resulta una contradicción in terminis porque una crisis es, por definición, transitoria. Una crisis es una coyuntura especial. Vivimos instalados en la crisis. No vislumbramos en el horizonte el momento en el que podamos vivir sin restricciones, sin miedos, sin malas noticias sobre contagios y fallecidos. Nos sentimos abatidos y cansados por la indefinida prolongación. Ya se habla de anulación de las procesiones de Semana Santa, ya se anuncia la supresión de los sanfermines, ya se teme por la libre movilidad en el verano…
Nos levantamos con malos datos y nos acostamos con datos peores. Hoy acabo de conocer que la cifra de fallecidos por la covid en España es la peor de toda la pandemia: más de setecientas personas nos han dejado para siempre. Con todo lo que ello significa de desgarro para las familias y de pérdida para la sociedad. En mi ciudad se ha cerrado hoy toda la actividad no esencial, con las consiguientes pérdidas para todo tipo de negocios.
Estamos luchando contra la tercera ola, pero empezamos a temer que haya una cuarta, una quinta, una sexta… Estamos situados en la playa de la desgracia. ¿Alguien piensa en que cesen para siempre las olas de este fatídico mar?
Cuando veo a los negacionistas estrellando su ignorancia y su estupidez contra los muros de la vida, cuando contemplo en la televisión esas fiestas multitudinarias que rompen la más elemental sensatez, cuando constato que no se respetan las normas que impiden el contagio, cuando oigo que hay resistencias a vacunarse y un lentísimo ritmo de vacunación, cuando veo a los políticos peleándose en lugar de avanzar juntos contra la pandemia, me pregunto por nuestro nivel de responsabilidad.
¿Cómo salir de esta crisis? Creo que solo nos va a salvar la responsabilidad. La palabra responsabilidad se construye etimológicamente sobre las raíces del verbo responder. Una persona es responsable cuando es capaz de asumir las consecuencias de sus palabras, de sus actos y de sus omisiones. Es responsable quien responde con su presencia, con sus hechos y con su vida a las consecuencias de sus comportamientos y de sus omisiones.
Cuando nos relacionamos con los otros, emerge la noción de responsabilidad. El otro es nuestro semejante y todo lo que hacemos repercute en él, seamos conscientes de ello o no. Nuestras palabras, nuestras acciones, nuestras omisiones tienen consecuencias. Y esas consecuencias afectan a los demás. Somos responsables de ellas. A mayor conciencia de esta realidad, aumenta la responsabilidad y también la libertad. Cuanta más conciencia tenemos de que lo que hacemos o dejamos de hacer repercute en los demás, más dueños seremos de nuestras decisiones y, por consiguiente, más libres.
La responsabilidad de todos y de cada uno nos hará salir de la crisis: responsabilidad de los políticos y las políticas, de los científicos y de las científicas, de los sanitarios y las sanitarias, de los docentes y las docentes, de los militares, de la ciudadanía en general. Estamos en manos de todos y todos están en nuestras manos.
Es más fácil descargar en otros (personas, objetos, dioses, circunstancias…) la propia responsabilidad. La culpa es del gobierno central, dicen los responsables de las comunidades autónomas; la culpa es de las comunidades, dice el gobierno central; la culpa es del gobierno y de las comunidades, dicen los ciudadanos y las ciudadanas.
La responsabilidad es una cuestión de actitud, una manera de estar en el mundo y de vivir la vida. Exige la madurez de ser dueño de los propios actos. Como lo es la culpabilidad. Hay quien se hace cargo de cualquier culpa que ande suelta.
Hay dos tipos de irresponsables. Uno es el que ignora o pretende ignorar que toda acción o toda omisión tiene repercusiones y, por ese motivo, se desliga de ellas. Otro es el de aquellos que, cuando se producen consecuencias negativas, de inmediato busca un culpable. Tienen la culpa los políticos, tienen la culpa los jóvenes, tienen la culpa los profesores y las profesoras, tienen la culpa los demás… Encontrar el causante le exonera de cualquier responsabilidad.
He releído para la ocasión el libro del argentino Sergio Sunay titulado “Elogio de la responsabilidad”. Sunay es reconocido especialista y consultor de vínculos humanos. En los diferentes capítulos va analizando las relaciones de la responsabilidad con la ética, la política, el lenguaje, la ciencia, los valores, el trabajo, la culpa, el poder, la felicidad, la madurez, el perdón, el amor y el tiempo. Dice en una de sus páginas: “El responsable lo es, en primer lugar de su propia vida. No la entrega en consignación a los demás para echarles luego la culpa de lo que hacen o no hacen con ella. El responsable no busca culpables y, por esa misma razón, contribuye a hacer más clara la vida de quienes lo rodean y más fluidos y armoniosos sus vínculos con ellos. Con su actitud mejora el mundo”.
La responsabilidad se educa. Nadie nace siendo responsable. Para enseñar responsabilidad, hay que vivir responsablemente. En 1970 decía Víctor Frankl, médico y psicoterapeuta austríaco: “No podemos enseñar valores, debemos vivir valores. Lo que podemos brindarles en su camino por la vida, es más bien y únicamente, un ejemplo: el ejemplo de lo que somos”. La educación se cimenta en el desarrollo de la responsabilidad. Lo dice Marcel Denis Forestier, con estas hermosas palabras: “Una verdadera educación, antes que nada, debe hacer un llamamiento al sentido de la honestidad y comunicar el sentimiento de la responsabilidad personal”.
Ghandi: escribió este hermoso y certero poema: “Cuida de tus pensamientos/ porque se volverán palabras. Cuida tus palabras/ porque se volverán actos. Cuida tus actos/ porque se volverán costumbres. Cuida tus costumbres/ porque forjarán tu carácter. Cuida tu carácter/ porque forjará tu destino. Y tu destino, será tu vida”.
Hay una relación estrecha entre felicidad y responsabilidad. Una persona responsable, sabe que su vida será el resultado de cómo eligió afrontarla. No dependerá tanto de lo que los demás quieran hacer con ella. Hacer elecciones conscientes y responsables nos hace protagonistas y saca la vida de los automatismos, del influjo de las circunstancias y del sometimiento a los demás. La responsabilidad desarrolla el cuidado de los otros, atiende los afectos. Decía el filósofo y orientalista Allan Watts: “la lógica, la inteligencia y la razón están satisfechas, pero el corazón está hambriento”. Tenemos que construir una sociedad más habitable.
La responsabilidad es un deber que contraemos en la convivencia con los demás. Solo con responsabilidad podremos salir del atolladero en el que nos encontramos metidos. Si todos y cada uno fuésemos responsables el contagio se frenaría en seco, nos vacunaríamos sin vacilar y pondríamos fin a nuestros males..
El siglo XX fue el siglo de los Derechos Humanos, este siglo XXI en el que nos encontramos debería ser el siglo de los Deberes Humanos. Se ha insistido tanto en que tenemos derechos, que nos hemos olvidado de que también tenemos deberes. Entre ellos, el deber de la responsabilidad.